Poesía de Marly Pérez





La Verdadera Primera Guerra Mundial.

“Soy un texto con borrones y letras que se tuercen, 
Húmedas, entre sombras y versos”
Néstor Rojas.


Me despierto con un revólver entre las piernas
La infusión de manzanilla ya no sutura mis párpados
Las batallas se debaten ocho centímetros más abajo de mi ombligo
Despertarse es un oficio sin remuneración alguna
Hay un arsenal de transatlánticos debatiéndose por emprender
Viajes a través de mi garganta
Hace falta un picahielo para desmembrar a la memoria
/El recuerdo es el rifle más potente de esta era/
Todas las mañanas
(Quiero atragantarme de sueño)
Ruedo calles abajo entre los escombros del pasado
Me hago y me deshago
(Como se me da la gana)
Mi cerebro es una máquina del tiempo que me precipita a millones
De reminiscencias por minuto
Recatados colores se pelean por rellenar los estambres
Dentro de los pasillos de mi cabeza
No disfruto de las plataformas verticales
Ni de las banderas floreadas a catorce metros del piso
Mi fantasma es un compás sin brújula
Que se disfraza de dinosaurio
Bienaventurado el que camina sin tres kilos de razones
Guindadas a los costados
Mi cama es una escopeta que me sonríe
Cuando cierro los ojos para atrapar un sueño
/Hay un cometa enterrado en mi espalda
Que se empeña en alejar mis pies del suelo/
/Es tiempo de correr/    
            /en zig/
                         /zag/
Hasta degollar nuestras miradas con los espejos
No he visto al primer valiente
que se atreva a entrar a la ducha con su mejor corbata
/Es tiempo de correr/        
                     /en zig/
            /zag/
En época de guerra hay que alejarse los fusiles de la sien
No basta con mirar hacia afuera
Hay que aprender a leer con los parpados cerrados
Y las tripas ensangrentadas entre las manos
(Sobre todo cuando se es el único soldado)

He decidido dejar mi corazón en casa
No más guerras ni campos de batalla entre el corazón y el pecho.



Punto y aparte.

Prosigo.
Me violento de ganas.
Y convenzo al horizonte de que queda aquí. Donde terminan mis pies y empiezan mis manos.
Y entonces me resigno a vivir.
A cambiar el almanaque- los papeles- la mesa de noche- el café.
Cuento los días y los diluyo.
Abro las ventanas y cierro las puertas.
Rompo las paredes.
Cambio las cosas de lugar.
Les regalo nuevos espacios.
Me como el polvo.
Enciendo la luz.

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