Foto a lo Gran Turismo. (#must)
Pensar en viajar a Miami es pensar en ir, como bien lo diría una amiga, a un centro comercial gigante que compone todo un estado. Es lo que nuestros padres, familiares y amigos nos han transmitido a través de generaciones de consumidores compulsivos que descargan sus vicios en los estantes llenos de miles de etiquetas de productos norteamericanos, en contraste con las dos o tres marcas que es posible encontrar en Central Madeirense.
Una irrevocable superficialidad que termina por desencantar el imaginario de quién jamás ha ido al norte, reduciéndolo meramente a un lugar donde la condición especial de ser venezolano te bendice con posibilidades de compras baratas. Florida. Tierra de parques temáticos y rebajas en vestimenta.
Equivocado, otra vez.
En definitiva hay mucho de un viaje que hace el viajero. Y aunque la misma Valentina Quintero estaría orgullosísima de una frase tan gastada como esa, es totalmente sólida su vigencia: si vas a Miami simplemente a comprar pensando además que es eso todo lo que hay por descubrir, el encanto ni te roza. Jamás te dejarás conmover por el calor y la amabilidad de todo cubano y puertorriqueño que en su servicio solo busca brindarte un apoyo
hermanado. Pasarás desapercibidas las pulcras calles del Doral o del Coral, no por los edificios elegantes o los bancos imponentes, sino simplemente por pisar el concreto tan limpio y liso. No dará demasiada risa caminar un paso peatonal ida y vuelta e ida de nuevo solo porque no ves algo mejor que hacer antes de recorrerte la cuadra gastronómica.
La ciudad es cálida. La gente es amable aunque como en todo lado, no toda la gente puede ser amable. Algún balance debe haber. Es claro que para el venezolano común el sitio es cómodo principalmente por el manejo común del castellano. Pero hay algo más. Hay una paz que transmite la Florida de la que nadie ha hecho mucho eco. Será por la cercanía a la costa seguro.
Cualquier ingeniero se cautivaría contemplando las súper autopistas que cruzan todo el estado. Claro, esto no solo ocurre en Florida. En definitiva U.S.A es el país de las high ways, speed ways, etc. Mucho más en una ciudad tan plana. Miami Beach es un sueño de mucho más costo en el que ser despreocupado acerca de los gastos es en definitiva mucho más oneroso. Pero hay detalles conmovedores. Así como hay carros y motos por las cuales babearse, y nenas y nenes desfilando por doquier en sus shorts y camisetas, hay variedad culinaria para deleitarse hasta la saciedad, una vida de coctelería y diversión nocturna que se alborota cada noche, y la calma de las calles y los boulevares bellamente iluminados para tomarse de manos y apartar un poco lo que nos agobie.
Con sonido a guía turística o no, mi intento va más bien por retratar un Miami menos aburrido a lo que nuestra concepción alternativa puede llegar en sus pretensiones de lo que es exclusivamente "cool". Aún con su compulsión por el baseball, el basket y el boxeo, los americanos siguen teniendo algo que aportar con sus Budweiser y sus Wallgreen's bien equipados. No creo que mi inquietud por ver más se conformase con quedarse ahí durante el resto de la vida, pero esas casitas al borde de la calle con sus jardines podados de sueño americano, aunque repetidas y vanidosas, no repelen a demasiados.
Quizás el punto que más traje de vuelta es ese. La sensación de que muchos de nosotros nos esforzamos ahora por repeler todo aquello que vemos hueco, superficial, frívolo y poco intenso. Yo personalmente me aferro a ideas escapistas, aventureras y aupadas por imágenes de mundo vistas en mis largometrajes favoritos o leídas en los pasajes más transparentes de mis libros. Pero no todo está ahí. Y viajar, así sea al lugar menos interesante del mundo, o a Miami, tiene sus misterios y recompensas. Tanto que podría volver. Tanto que les recomiendo ir a comerse unos lingüinis con camarones al ajillo en crema blanca, en el calor de las apuestas de una pelea Torres. vs. Maleweather (o algo así) en el ancho y largo de un bar americano, lleno de apostadores, borrachos, niñas flacas, y mesoneros hambrientos del 15% de propina. Con cada metro cuadrado de pared forrado de pantallas planas y cerveza nacional barata para llenar los baldes en las mesas.
Si hay un venezolano al que no le entretenga mucho eso, me dicen y no nos vemos más en los chinos de los Palos Grandes para un partido de la Vinotinto. Cada quién en sus regionalidades, a que sí.
Por lo demás pues, a lo Icona Pop. "I don't care. I love it."
Corresponsal para Madre Medusa Revista.
05/2013
Fotos de O.P Deb
Dedicadas a los Sibada, Patricia y Carlos.
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