Poesía de Débora Ochoa
2 de Noviembre
Vacaciones.
De la mente. Del cuerpo. De las deudas.
De mi madre. Las caricias. Las no caricias.
De las hipótesis. Los celos. La
tranquilidad.
De mi estómago. De ti, de ti y de ti. De ti también, no te
hagas.
Del desbalance. Mis ojos. Buscar.
De las noches. Los días. Los atardeceres.
Las meriendas. Los cigarrillos. Las ojeras.
La felicidad. El vino. La tristeza.
El sexo. La necesidad. El recuerdo.
Las citas. Los grupos. Mi espalda.
Los escalofríos. Las nubes. Los cantantes.
Rayuela. Los blogs. Las serpientes.
De encontrar, sobre todo de encontrar.
Despolvo
Escenas de veneno gris
calles
frías, vínculos viejos.
Me acosas
sin razón alguna o con ella.
Todos
necesitan su pago, incluso tú.
Escoce cada contacto soñado:
escena en
el metro,
en la
acera,
en el
carro,
en una
especie de supermercado.
Me
acosas fantasmal, espejo de mis culpas.
Corrosiva.
Mi cuello sucumbe al pecado.
En el
terror del suceso no evito romperme, llorar.
Veo como
ríes y sé que lo merezco
hace
mucho ya que nadie engaña a nadie.
Hay
persiste
el velo que cubre el cansancio.
Húmedo y temeroso me empujo a ti
desde
aquel día.
Desde entonces para el maldito siempre.
Reitero. Copio. Sueno sinsabor.
Enumero las noches secas
los buses atestados de miradas fijas
los gramos de insomnio apretujados en el ceño
tu gato gordo que maúlla mi crueldad sarnosa
mis manos pálidas tanteando te.
Destrozos remanentes de recuerdos
pegostosos.
Ese baúl
transparente donde se apresan
tantas
celosías y no se ocultan
lugares verdes, húmedos, ordinarios.
Desde ahí esos días para el
maldito siempre.
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