Rescatando al soldado Lincoln



En 1865 Abraham Lincoln escuchó un fuerte estruendo a sus espaldas precedido por una frase gritada en latín. 10 horas más tarde, moriría. 148 años después, un experimentado cineasta Judío haría una película en su nombre. Es ya notable que Hollywood se haya quedado sin ideas, de ahí que últimamente veamos tanto remake, adaptación y biografía. Afortunadamente, en el caso de Lincoln de Spielberg, se trata de algo un poco más truncado. Más allá de la típica narrativa de infancia atormentada, adolescencia rebelde, gloria y éxito, decadencia, autodestrucción y reivindicación; y más allá del posible hecho de que las historias que valen la pena ser contadas se construyen de esa manera, Lincoln se enfoca en algo más que Lincoln.

La decimotercera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos constituyó uno de los episodios más importantes de la historia Norteamericana y, ¿por qué no?, universal. En esto se concentra nuestro querido Steven al contarnos la historia del hombre de largas patillas y copa alta. La lucha dentro de la casa de representantes para aprobar dicha enmienda. En plena guerra civil y en una atmosfera de moros y cristianos entre Demócratas y Republicanos, aprobar la enmienda de la abolición de la esclavitud fue una tarea más complicada y nerviosa de lo que uno podría imaginar. Pues le doy las gracias al señor Spielberg por dibujarnos la situación.


Sin embargo, la película es una entre muchas. En primer lugar parece que el director se paseó por todo el bulevar de Beverly Hills repartiendo contratos de reparto cual periódico matutino porque, como parece regla y tradición últimamente, todos los actores de nombre tienen que amuñuñarse en la misma película para que tenga público y, aunque la mayoría son actores con tarima y trayectoria y cumplen responsablemente con la tarea por la cual les pagan tan generosamente, al ver a tantos tan felices y reunidos, la cosa te empieza a oler a trampa comercial.  Pero ahora, hablando de actores, caigo donde quería caer: la película se llama Lincoln y lo único que hace que dicha película merezca su nombre es Daniel Day-Lewis.

El hombre encarna a un Lincoln que, aunque fiel o no al verdadero, eternamente deja esculpido sobre diamante la voz, personalidad y manierismos del Presidente Asesinado. Day-lewis se apodera del espíritu de Lincoln y lo hace suyo justificando el nombre tan grande que se le dio a una película tan convencional. Ya no existirá Abraham Lincon sin Daniel Day-Lewis interpretando a Lincoln. A mi juicio, es el actor la única razón de ser de esos 150 minutos de celuloide porque, de haber sido otro, la cosa seria “cualquier cosa”.   

Por supuesto, el actor no está solo y vale mencionar que a su interpretación se le suma una fotografía muy bien desarrollada y una iluminación históricamente agradecida. Y es que, a luz de vela como en aquel antaño, un poco de sombra y oscuridad era de esperarse, cosa que el director de iluminación es tan gentil de proveernos. Una pizca de realismo histórico que contrasta con varias situaciones cuestionables propias de biografías de entretenimiento. Existe un juego de sombras muy agradable y es que el presidente, tal vez por su natural altura, se encuentra siempre medio sumergido en alguna sombra misteriosa que exalta su grandeza. Un semidiós que tiene un pie en el olimpo y otro en la casa blanca, un hombre en contacto con lo divino y lo inexplicable, empapado de sombría benevolencia. 

La fotografía que nos obsequia algunos encuadres particulares, la iluminación que fue propiamente usada para exaltar la grandeza de aquel hombre y la interpretación de Daniel Day-Lewis hacen de la película una pieza observable y disfrutable. Aparte de eso, entre tanta bandera americana y tanta trompetita melancólica, solo pude quedar decepcionado al no ver a Tom Hanks llegar al rescate del presidente con un pelotón de soldados. Sin embargo, Steven probablemente logra su objetivo al dejarnos con solamente admiración por aquel personaje al que, en tiempos como los nuestros, se le agradece el ejemplo y la inspiración. ¡Sic semper tyrannis! y ¡Bang!





 Trailer de Lincoln



Para Madre Medusa Revista

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La Música Rara.

Desde que tengo conciencia musical, y habiendo vivido una maravillosa infancia en un apartamento de Palo Verde han habido dos constantes en mi vida: la primera ha sido el gusto por "la música rara", o al menos es como la percibía de niño. Digo no es común escuchar a Silvio Rodríguez y a Queen al mismo tiempo que pasas 6 horas jugando Nintendo diariamente. La segunda es una hipersensibilidad que hoy en día solo puedo describir como un arma de doble filo. No pretendo hacer de esto un escrito sobre mí, pero es importante recalcar eso para establecer el punto.

Ya mudado a Guarenas, a los 8 años, me encontré en una situación donde conseguir música no solo era complicado por mi edad, sino también por lo remota que era esa futura "ciudad satélite" de la capital; así que por mucho tiempo me refugié en lo poco que podía ver por cable y en lo que mi madre y padrastro me enseñaron. La razón por la que explico esto es sencillamente un planteamiento: no sé si esa música me marcó tanto porque era buena, o porque era lo único que tenía a la mano y repetía incesantemente durante esos años.

Lo único que sí se - ya de grande - es que esas bandas - Uriah Heep, King Crimsom, Gentle Giant, Led Zeppelin - tuvieron el poder suficiente para afectar a un niño con sus melodías, con sus bombos y sus guitarras, con ese sentido de inmediatez, incluso en sus canciones más complicadas. Eso es algo que en mi sincera opinión creo se ha perdido últimamente, sin ánimos de generalizar mucho. Y no estoy diciendo que solo las bandas de ésa época fueron las luminarias e insuperables, yo también caí en Black flag, en Fugazi, Jesus and mary Chain, Atd- i, Mineral. Todas, desde lo más "early emo" hasta el extremo crust y shoegazer, es decir "la música rara" de nuestra adolescencia internauta -porque antes de internet todo era un gran "Guarenas" musical -, y es precisamente por esa hipersensibilidad que padezco que pude apreciarlas, porque hay algo en común con todos los ejemplos anteriores: era música muy honesta.

Mi pequeña molestia es con la forma actual en que nos presentan mucha de la música independiente, desde la producción sintética de algunas bandas, hasta el "hype";carajo, el "hype" sí que lo es todo hoy en día, es más grande que la música del grupo en muchos casos, no lo digo por desacreditar, pero hay claramente una visión algo distorsionada al momento de presentar propuestas.

Hablo de la música independiente porque decir que el "hype" es algo nuevo en la industria es ridículo, y porque estoy seguro que Brian Epstein saldría de la tumba a darme unas manos. Pongamos un ejemplo: una banda de hoy saca un disco que, en su completa inocencia, cambia de alguna forma el paradigma cultural, y gracias a ello abre puertas a otras propuesta que tal vez no hubiesen sido escuchadas en el momento, todo bien allí. Ahora, por consecuencia, la nueva tendencia va a jalar a muchos proyectos que solo siguen tal línea y que no necesariamente están muy enfocados en la honestidad de su música, esto también es válido y se ha repetido mil veces, en todas las épocas y en todos los lugares.

El detalle está cuando las plataformas - medios, management, etc - por conservar esa línea, sea por intereses, por negocio, o por fregar , sobre estimulan a la audiencia con "las bandas consecuentes" que mencioné antes; se crea esta especie de "pedestal mediático" que muchas veces me resulta bastante perturbador en muchos sentidos, primero porque no dejan que esos grupos encuentren de verdad una voz propia, cosa que se logra tocando, pelándose, pasando malos ratos, es decir, conviviendo a lo "DIY " (Do It Yourself) ,creciendo junto a tus "bandmates". Segundo porque hasta la audiencia más abierta ,es en un cierto nivel programada a solo seguir esa línea e irónicamente se cierran a proyectos diferentes, a más "música rara" la cual sigue abundando afortunadamente.

Esto pasa tanto en casos como "Pitchfork", como en blogs y radios nacionales. Todo el mundo ama a Battles - incluyéndome- pero, ¿quién habla de Gentle Giant?, cuyas composiciones casi épicas y muchas veces complicadas igual no dejaban de hacer sentir que era algo sin esfuerzo y orgánico. Todo el mundo habló de "Será " de La Vida Bohéme - Un buen y muy arriesgado disco - pero ¿quién habla del Quinto Aguacate?, ¿Laberinto?, es más, ¿quién habla del grupo Sietecueros? con ese joven Yordano haciendo salsa cósmica.

Todas las bandas que mencioné, hacen o hicieron su "música rara", su música honesta, pero joder, cuando escucho etiquetas como "afro indie", y me doy cuenta que Animal Collective y Vampire Weekend se han influenciado de mucha música de esta región, me planteo el por qué simplemente no intentamos un poco conocernos a nosotros mismos y pensar más en usar el lenguaje musical en su expresión más pura, ingenua, libre y situacional, que en el bendito "hype"; digo situacional porque creo fervientemente en que la música está condicionada por el lugar, la ciudad, el país donde vives, y esto para nada significa que porque seas venezolano vas a tocar cuatro y maraca, pero tampoco quiere decir - y citando a mi mejor amigo - que "vas a ir a enseñarle rock a los gringos y europeos".

Todo conlleva a la siguiente reflexión: haz y escucha la música que identifique tu verdadera esencia, si eres músico, estudia, prepárate, pero también aprende a escuchar y asimilar, saber leer un pentagrama y ser el maestro de la armonía no es escuchar; si eres oyente, cuestiona tus gustos, cuestiona lo que te presentan, así como te cuestionas a ti mismo en este viaje que es la vida.

Yo no soy ningún experto musical o un gran intelectual y eso es algo que está lejísimo de ser mi prioridad, solo soy una persona que siente lo que escucha y aprecia mucho más la inteligencia emocional que las fórmulas, porque soy un idealista sin remedio.

En fin, esto se extendió más de la cuenta, espero que alguna fibra les toque, todo con mucho cariño, siempre.


PD: Pueden hacer un "Drinking Game" al leer esto con todas las veces que escribí "Hype"






Luis "Tafio" Méndez

Para Madre Medusa Revista


Músico

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