Crónica: Lideres Perros.
Cualquiera que me conozca puede
decir que no tengo madera de líder bajo el concepto típico que aparece en la
real academia, tampoco ha sido mi norte serlo. Si voy más atrás hasta mi época
en la secundaria, difícilmente me ponía en primer plano ante cualquier
actividad, siempre dejando mis
decisiones en segundo plano por el simple miedo o desatención a exponerlas.
Tomando esta reflexión como punto
de inicio heme aquí en el Metro de Caracas después de un tiempo sin usar este
vital servicio por andar en dos ruedas motorizadas. Ha cambiado nada, solo un poco mi concepción del tiempo que era la empresa de ir de
la estación Miranda a la estación Las Adjuntas en poco menos de 60 min, en
hora pico. Luego de esperar cinco trenes llenos hasta las metras veo hacia los
lados esperando un líder que vocifere -No es que los vagones están llenos,
es que la gente está mal distribuida!!!- Este líder imaginario llevaría esta
queja hasta las más altas instancias y en un cortísimo plazo toda la sociedad
que usa el Metro de Caracas se arrejuntaría aprovechando el espacio eficientemente
para que los otros usuarios entren y seguir la cadena hasta descongestionar el
sistema. Denme una cachetada que estoy desvariando.
Es en mi regreso cuando analizo
un liderazgo un poco menos utópico.
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Foto vintage del Metro. |
Con el Metro menos congestionado el
concepto de liderazgo se transforma un poco. De dirigir masas hacia un objetivo
en común el concepto muta a un simple respeto por el prójimo, a colocarte en
los zapatos de alguien extraviado, de un turista que no habla el idioma, de
hacer algo por un niño perdido. El liderazgo surge al preocuparse por la otra
persona dejando, por un momento, las obligaciones propias.
En estas situaciones, cuando la mayoría
de las personas se enconcha en sus audífonos Beats por temor a una burundanga,
un paquete chileno, o un quieto contra la pared, no me resisto al ideal de
una sociedad donde se pregunte por ayuda y alguien se detenga a ayudar. No confundan,
no le doy dinero a los que piden en los vagones, o hacen malabares con
cuchillos en Las Palmas, eso es otra cosa totalmente diferente. Fuck Them.
Entonces, viene esta señora dando
vuelta y vuelta en la transferencia de Plaza Venezuela de un lado a otro,
preguntando cómo llega a la estación La Bandera cuando va en dirección a tomar
el tren hacia Zoológico. La gente la esquiva haciendo eslalon, y en mi análisis
de un microsegundo, no logro caer en cuenta por qué -¿Es una conducta
aprendida? ¿Paranoia exacerbada? ¿Egocentrismo para llegar a casa a ver la telenovela? ¿O real necesidad de tener mil labores que esperan en el hogar?- En un segundo
ya había encaminado a la señora hacia su destino cuando me cae otro sujeto que
causa repulsión en las masas no contestatarías: El Borracho.
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Foto vintage del Metro. |
Este borrachín comete el error
casual de preguntarle a la señora perdida de La Bandera, cómo llegar a Catia. En
ese instante abro una brecha en mi mente e imagino toda una situación donde la
señora recién ayudada le dirige la palabra al personaje borracho y le dice –Pregúntele
al muchacho- o alguna variante que se adapte. Fuck Me. Ahora la señora de
La Bandera adopta la posición del encuestado y dejándole hablar solo, repele al
señor pasado de tragos.
Me obligo a intervenir nuevamente y guiar al sujeto al
otro lado del andén para que tome dirección Propatria. Este gesto de ayuda fue
premiado con un fuerte espaldarazo y una efusiva despedida de manos donde
cualquiera hubiese dicho -me jodieron, me restregó la burundanga. Adiós órganos-. La gente me ve de reojo y susurra –Suicida- como si la previa acción es sinónimo
de locura y vuelven a su inmersión. Entre tanto, mientras veo mis manos a ver
si me dejó algo raro, el borracho cruza el andén y desde el otro lado aúlla y
dice - Gracias Perro!-
Qué más reconfortante que
eso. Perro.
Deténganse. Evalúen la
situación, y presten su ayuda. Detalles para ser potencia y potenciar
no sé, la vida.
Suena a toda una experiencia a lo
Die Hard. Lo fue.
EG.
Fino, perro!
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