Un senador del congreso de los
Estados Unidos con mucho carisma y una vanidad característica de su nivel de
poder, esconde una arrogancia despiadada para conseguir escalar posiciones en
Washington. Francis Underwood (Kevin Spacey) es acompañado en esta empresa por
su esposa Claire (Robin Wright) quién es su contraparte femenina, de mismo perfil
y semblante.
Su alfil Doug Stamper es la mano
oculta que mueve toda la telaraña de intriga y el encargado de los asuntos
marginales que amenazan con su avanzada. El congresista Peter Russo, inocente,
funge como el peón para allanar su camino a los más altos escaños. Por último
Zoe Barnes, una joven e insaciable periodista, toma el papel de reina, de peón, de alfil. La
relación entre ella y Frank es una arista capital dentro del desarrollo de la
serie.
En el primer capítulo el
personaje de Francis se define ante el espectador, confiado de que obtendría la
Secretaría de Estado por la que tanto luchó con la nueva administración, y le
es arrebatada fríamente como si de todo un cálculo se tratara. Con esta
decisión todo cambia y busca hacer que el nuevo staff tenga unos primeros 100 días
fatales, pues quiere demostrar que el poder real descansa en la persona que
tenga la columna vertebral de influencias y el rencor necesario para mover
cualquier obstáculo.
Claire, en cambio es ambivalente, dirige su organización ambiental sin fines de lucro monetario que usa para alcanzar por el contrario lucro de posición y reconocimiento, no importándole vender su integridad a grandes compañías trasnacionales que de una forma u otra degradan el ambiente. La conexión entre estos dos se basa en la sed casi insaciable de conseguir escalar posiciones a nivel de poder y fama. En algún otro sentido, incluyendo el sexual y emocional, cada uno tiene su amante o amor platónico que cumple esas necesidades respectivamente.
La gran presunción de House of
Cards, tanto en esta versión como en la original de la BBC, es que Francis rompe lo que se denomina la cuarta pared y habla directamente a la
cámara, una de las opciones estilísticas más inciertas que cualquier serie
pueda presentar. La clave es que se
necesita a alguien absolutamente convincente para hacer que el truco
funcione. Spacey tiene todas las credenciales y da una clase magistral al
respecto; su diálogo drena ya sea con desdén o con un desinterés calmo cada
situación, características de un hombre que ya ha puesto en marcha los
acontecimientos y sabe, antes que nadie, las consecuencias de lo que está a
punto de ocurrir. Spacey también tiene un bien afinada mirada que usa sin mucho
exceso en escenas donde se fastidia, y es en estas situaciones donde más se
glorifica este recurso al contemplar
como rompe ese muro e involucra al espectador.
Los monólogos son excepcionales “You
know what I like about people?” pregunta Francis mirando a la cámara “They
stack so well.” Completa hojeando la primera página del
periódico donde se reseña el desastre que acaba de causar machacando la nominación
de uno de sus colegas candidato. Francis mira a la cámara y dice que el hombre
se irá a casa y se dará cuenta que está en rodajas y cubitos. Francis concluye “My God, all I ever amounted to
was chitlins.”
“You know what I like about people?”
“They stack so well.”
Mejor aun es cuando un hombre
semidesnudo, hippie y sucio sucio grita como un animal ante la policía
queriendo ser escuchado. Francis camina hacia él y le dice “Nobody can hear you. Nobody cares. Nothing will come of
this. Let the nice men take care of you” dice, en parte
paternal, y en parte como una
orden. Imaginense en una situación asi, en su propia ciudad.Genial escena que crea
ese carácter de Francis que se hace irresistible y hasta admirable.
Como esta inesperada, es cuando
Claire entra a trotar al cementerio y es enfrentada por una vieja chiflada que
le grita inesperadamente. Escenas no de relleno, si no mas bien de gran importancia
para definir las características de estos personajes.
Francis es un desgraciado, imagen
que no escapa a la que tenemos de los políticos, pero no se puede culpar su
método para conseguir poder cuando la mayoría de nosotros en algún momento nos ponemos en esa posición pero sin saber
que haríamos para llegar hasta ella. Francis lo hace, y Claire lo acompaña. Y en otro modo, Zoe con su búsqueda de fama y Peter con su búsqueda de redención
ejemplifican dicha naturaleza humana.
Fuera de todos estas relaciones
que se desarrollan magistralmente a lo largo de 13 capítulos, House of Cards le
da un cambio total a la visión clásica sobre el movimiento político en Estados
Unidos, que, presentado de veces en películas y series, siempre mostraba un panorama
prolijo, ademas de mostrar culto a
personajes con el aura de Francis, como nuestro propio Jorge Arreaza, y
las luchas de poder interno en el Chavismo.
EG
Madre Medusa Volumen III
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